LA SOMBRA DE LA
FELICIDAD
Allí va. Mírala bien, pero de
soslayo: risueña, danzando por los muros agrietados, elevándose, pregonando su
libertad. Es su sombra. La ladrona. La que
ha absorbido su felicidad, dejándola en la más abrupta de la congoja y
el desconsuelo. Ya ni siquiera la acompaña, ni de frente, ni de lado, ni detrás.
Se ha fabricado su propia identidad. ¿Para qué depender del sol o de luz alguna?
Se cree la más emancipada, la insubordinada, pero sigue siendo Sombra. Ladrona.
Raptora de alientos ajenos. Es su sustento. Y ella, la de carne y hueso, ya sin
alma, agarrotada en una esquina, casi invisible, esperando el desahucio final.
Allí va. Mírala bien, pero ¡cuidado! No confíes… puede ser la tuya, tu sombra,
la ladrona.
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