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Pregunta


¿A quién formular la interrogante ahora, cuando el tren se lleva los contrastes del alma? Sal de tu isla, me gritan los ingenuos, los que solo quieren ver para otro lado todos los días, los que confunden la moral con la noticia y actúan en consecuencia. Mi pregunta en el aire, aún sin responder y mi impaciencia me hacen recorrer distancias imposibles, más allá de  los cristales de arena. A veces, una palabra que me suena y resuena quizás porque se ha acallado. Pero yo la busco en el fondo, hacia los lados, por donde me dejan sitio para entrometer mi carne.  Miro cómo hemos crecido, después de todo, a pesar de que los últimos trenes quisieron llevarse hasta los interrogantes. Ahora la esperanza de que el aire no se prostituya con aviones de pasajeros que huyen de sus propias falacias. Los trenes ya no bastan, obsoletos para el maratón de esta última vida que no sé si nos da asco, deseos de huir también con los demás. Pero yo quiero seguir mi recorrido a pie, como un día me enseñaron, cuando las respuestas estaban en un periódico, en palabras sencillas de un maestro, un gobernante, el dueño del ultramarino. Respuestas verdaderas que quizás ni recordamos, entre tanta información desinformada. Hoy las busco en pantallas de quince o diecisiete pulgadas, tecleando las letras y jugando al ratón y al gato con la información digitalizada. ¿Y quién me dice que no me quieren engañar, que la verdad se transmite inmunizada, sin los virus sistemáticos y los de peor calaña? Y aquí estoy, queriendo desatascar el vacío colmado de tantas nulidades y dejar espacio a la esperanza, con estas manos cansadas que siguen preguntando sin esperar nada. 

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