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¿De chiripa?



Un interesante artículo firmado por Ángela Boto, aparecido el El País Semanal y titulado Corazonadas inteligentes, hace referencia al libro de Malcolm Galdwell, Inteligencia intuitiva, en el que el autor procura demostrar que los humanos contamos con un inconsciente adaptativo, rico en información que nos da la capacidad de intuir, de tener corazonadas certeras, y condiciona el comportamiento para obrar en consecuencia. La diferencia entre aquellos que obran según su intuición, con resultados exitosos, y los que no, estriba en que los primeros escuchan y cultivan su inconsciente adaptativo, mientras que el resto dejamos que el razonamiento, los prejuicios o los miedos lo aprisione.

Este fenómeno me ha hecho traer a la memoria otro que, a mi parecer, se relaciona con el de la inteligencia intuitiva, y es el llamado Serendipia, esto es, el descubrimiento accidental de cosas no buscadas, pero en el que también la sagacidad del "descubridor accidentado" cobra relevancia. Todos conocemos de sobra la leyenda sobre Arquímedes, que, bañándose, descubrió "por accidente" el famoso Principio que lleva su nombre, acompañado de su no menos famoso grito de "Eureka", al descubrir que el volumen de agua desplazado al él sumergirse en la bañera, era el mismo que el de su cuerpo sumergido. Todos los que han descubierto o inventado cosas gracias al "azar" han sido, y son, científicos u hombres de mente preclara, hombres curiosos, creativos, innovadores y buscadores de respuestas: Pasteur, Newton (Ley de la Gravitación Universal), Lippershey (el telescopio), Fleming (penicilina), Daguerre (el daguerrotipo), Einstein (parte de su Teoría de la Relatividad), y un largo etcétera. Si no fuera por su perseverancia, por su espíritu sagaz y de búsqueda, su capacidad de utilizar la analogía inusual; si no hubieran descartado prejuicios y temores, no hubieran logrado ni descubrimiento ni invención alguna. Como con el fenómeno de la inteligencia intuitiva, vemos que solo aquellos que saben cultivar tanto su consciente como su inconsciente, que dan rienda suelta a su imaginación ("La imaginación es más importante que el conocimiento" -Einstein) reciben de "regalo" corazonadas o intuiciones exitosas, para beneficio del resto de la Humanidad. Bien observó Louis Pasteur: "En los campos de la observación, el azar favorece sólo a la mente preparada".

Como el título lo indica, existe en español el término chiripa, que es el que más se asemeja a la terminología inglesa serendipity, para referirse a la intervención del azar en un descubrimiento casual o por accidente. Sin embargo, chiripa se utiliza más para cualquier suerte o casualidad favorable, sin relacionarlo directamente con algún acontecimiento de trascendencia científica y proviene, según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, del juego del billar. Por tanto, quizás sería más apropiado españolizar el término inglés, que tiene también un curioso origen: Existe un cuento anónimo titulado Los Tres Príncipes de Serendip, en el que dichos príncipes, en el transcurso de sus viajes, lograban solucionar problemas y hacer descubrimientos por accidente y agudeza; cada problema solucionado les daba pie a nuevos interrogantes y nuevos descubrimientos de mayor complejidad. En 1754 Horace Walpole, impresionado por este relato, acuñó el término serendipity para dicho fenómeno, que en castellano traducimos como serendipia.

Además de los afamados casos conocidos de grandes científicos que le deben mucho al azar (y a su agudeza mental) en algunos de sus descubrimientos o invenciones, también tenemos otros quizás no tan notorios, pero igualmente relevantes, como es el caso del "Post-It" (las notas autoadhesivas, que "gracias" a un experimento en busca de un mejor pegamento que terminó en fracaso, sus descubridores supieron darle a dicho pegamento el uso apropiado que hoy tiene). Otro curioso descubrimiento, anterior en el tiempo, y que debe mucho al azar, es el del celuloide (descubierto por J. W. Hyatt, quien al buscar un material sucedáneo al marfil para fabricar bolas de billar, al cortarse cogió del botiquín colodión -nitrato de celulosa disuelto en éter y alcohol- que, accidentalmente volcó sobre una mezcla de serrín y papel, y así inventó el celuloide.

A mi parecer los más sorprendentes casos de la casualidad, que no sé si englobarlos también dentro del término de serendipia (algunos así lo hacen) se encuentran en la imaginación literaria: de todos es conocido que de la mente de Julio Verne salieron relatos de ciencia-ficción que, con el tiempo, se fueron asemejando a la realidad (o viceversa). En Los viajes de Gulliver (1726) el autor, J. Swift, detalla dos satélites naturales de Marte, "Miedo" y "Terror", productos de su invención, que con el tiempo se descubrieron como reales, y muy parecidos a la descripción que de ellos hizo Swift. O el relato de E. A. Poe, que en 1850 describe un naufragio cerca de las Islas Malvinas, en la que cuatro náufragos se sortean a ver quién será la víctima que servirá de alimento a los tres restantes, y la "suerte" recae sobre el grumete Richard Parker. La realidad volvió a hacer de las suyas cuando en 1884 una goleta naufragó en las cercanías de islas Sándwich, y sus cuatro supervivientes echaron a suerte quién serviría de alimento para el resto, y como en el relato de Poe, la suerte cayó sobre el grumete también llamado Richard Parker. ¿Premonición, serendipia o jugarretas del destino? 

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