ANTES DE RESPLANDECER (Noche)
Ha llegado el momento del próximo despertar.
La manta negra que cubre mi silencio
protege el espíritu de palabras sabias
un aire con signo se sosiego me aprehende.
Presiento que a nadie tengo que rendir
más cuentas no tengo más murallas que erigir.
Los instantes azulados que se asoman
anticipan que el blanco
no puede perdurar sin negro
que esta paz que penetra en mi sustancia
es la de todas las cosas
así de sencillo, sin más vueltas.
La noche como sin querer,
da paso a otro día. Ahora
tengo que escoger un cráneo
sostenerlo con huesos diamantinos
llenarlo de sustancias corporales
cubrir de piel las vías rojas
inventarme un nuevo nombre
y convertir mi corazón en gasolina.
RAYO VERDE (Alborada)
Nada se ha de buscar, ya, con los ojos abiertos
y los cabellos sueltos
el segundo antes del lucero de la aurora.
Un brillo naranja traspasa la médula
dibuja el halo misterioso que atraviesa
la ventana y da paso al primer estertor.
Ya todo al descubierto, un azul celeste
más tibio
radiante si acaso
empaña el fugaz verde relámpago
esperado con la primera llamarada
que se escapa sin ser visto.
Pequeño fulgor el deseado
que como el redentor aturdido
se escurre del discernimiento
de los ojos sin lágrimas de la mano interesada
y se refugia, solitario,
en la paz de la mirada límpida
de los que un día amaron.
SIN RAYO (Mediodía)
Esta vez no hay rayo inaugural
no hay quien pregunte qué es eso.
Es hora de construir el día empujando
colores y argamasa
abajo marrón, arriba verde
y un amarillo que inunda los cristales.
El sonido del grillo se transforma en
cigarras humanas que trabajan
para el mejor postor.
¿Por dónde empezar, a quién
hacerle las preguntas pertinentes?
Esas que no quieren respondernos
por miedo a que aflojemos el ritmo.
A fin de cuentas ya somos libres
o eso dicen. No tenemos que gritar
“deja partir a mi gente”, simplemente
seguirla:
hasta que llegue la noche.
ÚLTIMA RÁFAGA (Atardecer)
A veces temprano, a veces.
En otros momentos después que el azul desaparezca
y el cielo también.
Diremos adiós a días blancos
(sin confundir con la pureza)
presentiremos el ocaso.
Ya no volveremos a oler los olores de las frutas
de todas las frutas que dieron sabor a la vida.
Me convertiré en la nave que atraviesa la corriente
sin contratiempo ni temores
hacia el otro lado, donde un color rosáceo
me penetra hasta prescindir de la respiración
(o el combustible, como se prefiera).
De nada servirá en este punto
volver a repetir adiós,
las despedidas. Lo dicho dicho está.
Una vez fundido con el viento
los besos regenerarán
seré luz, sonido, duende para los
que aún sigan viviendo.
Si sientes en noches palpitantes
que alguien roza tu alma con un beso
un aliento detrás de la oreja
recuerda que puedo ser yo.
Ha llegado el momento del próximo despertar.
La manta negra que cubre mi silencio
protege el espíritu de palabras sabias
un aire con signo se sosiego me aprehende.
Presiento que a nadie tengo que rendir
más cuentas no tengo más murallas que erigir.
Los instantes azulados que se asoman
anticipan que el blanco
no puede perdurar sin negro
que esta paz que penetra en mi sustancia
es la de todas las cosas
así de sencillo, sin más vueltas.
La noche como sin querer,
da paso a otro día. Ahora
tengo que escoger un cráneo
sostenerlo con huesos diamantinos
llenarlo de sustancias corporales
cubrir de piel las vías rojas
inventarme un nuevo nombre
y convertir mi corazón en gasolina.
RAYO VERDE (Alborada)
Nada se ha de buscar, ya, con los ojos abiertos
y los cabellos sueltos
el segundo antes del lucero de la aurora.
Un brillo naranja traspasa la médula
dibuja el halo misterioso que atraviesa
la ventana y da paso al primer estertor.
Ya todo al descubierto, un azul celeste
más tibio
radiante si acaso
empaña el fugaz verde relámpago
esperado con la primera llamarada
que se escapa sin ser visto.
Pequeño fulgor el deseado
que como el redentor aturdido
se escurre del discernimiento
de los ojos sin lágrimas de la mano interesada
y se refugia, solitario,
en la paz de la mirada límpida
de los que un día amaron.
SIN RAYO (Mediodía)
Esta vez no hay rayo inaugural
no hay quien pregunte qué es eso.
Es hora de construir el día empujando
colores y argamasa
abajo marrón, arriba verde
y un amarillo que inunda los cristales.
El sonido del grillo se transforma en
cigarras humanas que trabajan
para el mejor postor.
¿Por dónde empezar, a quién
hacerle las preguntas pertinentes?
Esas que no quieren respondernos
por miedo a que aflojemos el ritmo.
A fin de cuentas ya somos libres
o eso dicen. No tenemos que gritar
“deja partir a mi gente”, simplemente
seguirla:
hasta que llegue la noche.
ÚLTIMA RÁFAGA (Atardecer)
A veces temprano, a veces.
En otros momentos después que el azul desaparezca
y el cielo también.
Diremos adiós a días blancos
(sin confundir con la pureza)
presentiremos el ocaso.
Ya no volveremos a oler los olores de las frutas
de todas las frutas que dieron sabor a la vida.
Me convertiré en la nave que atraviesa la corriente
sin contratiempo ni temores
hacia el otro lado, donde un color rosáceo
me penetra hasta prescindir de la respiración
(o el combustible, como se prefiera).
De nada servirá en este punto
volver a repetir adiós,
las despedidas. Lo dicho dicho está.
Una vez fundido con el viento
los besos regenerarán
seré luz, sonido, duende para los
que aún sigan viviendo.
Si sientes en noches palpitantes
que alguien roza tu alma con un beso
un aliento detrás de la oreja
recuerda que puedo ser yo.
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