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Conversaciones con Jonatán


1

Mira el objeto y escrútalo, claros contrastes,
fluidez que conmueve entre sus brillos.
En el aire, la presencia que refleja su sombra
te acecha, te impele hacia el objeto.
Quedas obligado a escrutarlo, a darle un nombre
que no sabe de nombres.
Es como un objeto escogido cual ofrenda o sacrificio
sin que ello signifique sofoco ni añoranza.
Y no sabrás jamás si la fiesta ha terminado,
si el destino predispone la melodía final,
el objeto en discusión o la presencia que refleja
                                                            en el aire,
su sombra.

Simplemente lo miras, le ofreces un verbo
alguna acción, oficio o beneficio.
Legado del viento entre los árboles
de la última inocencia, la que duele inútilmente.

Pero el objeto está ahí, en sonora claridad
lo mires o no, mientras la noche
se hace más oscura que la misma noche,
que la última noche de la despedida. Decides, por fin,
ofrecer el objeto con la inocencia de su luz primera,
el objeto en sí soporte de brillo y soledad
del amor imperioso que reverbera
sin ignorar la sustancia de la luz y sus contrastes,
en la última noche que nombra lo innombrable.

Ofrendas el objeto sin que te hagas daño.

2

Es tu corazón,
que dice no
pese a que la mente lo estruja
destilando terror.  Se te muere la inocencia
sin ni siquiera apagar luces o cigarro,
en lucha con las fuerzas que te da la vida,
la que ni siquiera has vivido.
Reaparición inevitable del latido bombeando acompasado
en un último intento de encubrir el desaliento
la turbación del miedo.
Y de vuelta el pensamiento que transplanta el terror
en tu pequeña atmósfera despreciándote,
socavando tu intimidad, masacrando el fulgor de tu mirada
para que no puedas encontrar la luz difusa,
la que protege el por qué de las cosas
de la vida, del sueño realizado.  Pero gritas ¡No!
desde lo más profundo. El no que hace palpitar
tu corazón, así, de nuevo.

¿Quién podría detener el pensamiento
y dejar a los latidos, paso a paso, pulso a pulso,
penetrar  por las arterias, recorrer torrentes de sangre
y triunfar?

3

La he mirado bajo el árbol
así, filtrada entre las sombras y las ramas,
tendida como una idea que da forma a mis noches
de mosaicos, a mis noches citadinas.

Me descubro acariciando su ropaje
desnudándola entre ramas y sombras
sin querer saber si es sueño o ángel,
fotografía, imagen.
Quizás, el mismo árbol que se extiende
la transparencia misma que modela la sombra.
Su cuerpo ya desnudo combate, se hace carne
viento, roca, realidad e historia.
Y yo, encajando mosaico con mosaico
 la hago exactamente mía.

4

Dibujo la silueta al visionar tus contrastes.
No basta ya la vida
para descifrar el secreto del hombre
y de la historia
ni para entender los pasos del tiempo
que se impregnan entre humos y murallas
entre tus vientos, tierras y mares
entre ruinas y columnas.
Al norte
un fondo encumbrado de colinas,
lagos y pedruscos que nos besan,
árboles que robaron el sitio a los pantanos.
Aquí una roca vibrante
negra
volcánica.
En el centro, la piedra majestuosa
blanca
dura e imponente.
Todas nos hablan del tiempo de la religiones
del tiempo de masacre
e intolerancia.
Allá,
las aves libres que vuelan ascendiendo
escurriéndose con inocencia
del error de los hombres transformado
en destrucción.
Nada.
Nada queda en el vacío:
la cruz incrustada en esa roca
advierte en tu silueta
que flores de paz
no coronaron tu nombre,
que los besos de avenencia no se dieron,
que los panes y los peces
no se multiplicaron igual para todos.
¿Quién sabe?
Sólo tú con tu figura esbelta
podrás abrasar el enigma de tu suerte
podrás elucidar el por qué de tu destino
si se es tarde
o nunca fue lo que se cree.
Si el milagro está en el hombre
en la tierra
o en el misterio de un infinito indescifrable.
Pero igual el sol te recorre de este a oeste
y tú sigues luchando por hacer manar
tu leche y tu miel
por sostener el latido entre tus valles
y las ansias de amar y dominar,
por hacer fluir, entre tus tierras,
las pocas aguas que alientan tu sueño visionario.
¡Cuántas huellas enfocan la memoria!
¡Cuántas imágenes despliegan tu esencia!
cuántas
cuántas
cuántas
serán verdad o mentira
mientras yo, con suavidad,
me escudo en tus contrastes.

5

Ahora que el espacio va cediendo,
las nubes olvidadas se quedaron por debajo
y hacia arriba nada,
azul o nada,
quien dijo que el despegue ya no duele
o quien eligió por relajar los sentidos,
infligió su propia herida en la memoria
encubrió irritantemente la majestuosidad del Universo
queriendo ocultar la vida con su espalda.
Te presiento en las alturas,
en la figura de nube tardía entre las nubes
y comprendo las palabras
que adivino en tu rostro de espejismo
al fijar con ansia la mirada hacia lo alto,
más allá del horizonte aéreo.
También tu nube tiene sombra
sobre el mar ardiente.
Y aunque quiero, tranquilamente,
leer mi libro,
escucho tu latido acompasado
en esa nube que acompaña al aeroplano
y que me habla del principio,
de la chispa,
del dulce amor que viene a visitarme
en aquellos momentos
-¡tan pocos, tan pocos!-
en que oso abrir mi corazón adormecido.
Presiento entonces que el tiempo,
si es que existe,
no me pasa indiferente:
me exige de la vida libertad o derrota,
el precio que no siempre se sabe pagar.
El sol y yo, para entonces,
más arriba de las nubes
y teniendo a los mares por abismo
volamos con alas prestadas de este siglo
para dormitar sobre fondos blancos
que asilan nuestro ser cautivo.

6

Y este movimiento que
encadena la reja frente al rostro
crea las imágenes más inútiles,
las de aguas desecadas
y espejos opacos que no quieren reflejar
las palabras encerradas en madejas
ni los llantos del silencio que se apagan
con el fuego.

Y este cofre de lata que
aprisiona los sueños junto al ojo
esconde las leyendas más vulgares
oxidando los tiempos de epopeyas,
el berrido de angustia de los dioses
antes de la caída.

Y esta sombra de diseño que
envuelve la verdad con la mentira
asfixia el lápiz en la mano
de cristal
para impedir que se remuevan las piedras
de la historia de quien escribe,
carbón en puño,
lo que ni siquiera fue.

7

Lee las instrucciones
pero no, por favor, al pie de la letra.
Léela, más bien, desde el inicio
letra en mano y corazón en el espíritu.

Marca entonces
pero no, por favor, con una equis,
más bien con un signo de sonrisa,
la definición que se avenga
a las ideas
o la que bien te parezca,
que una rama seca no presagia otoño.

Escoge, ya si estamos, la respuesta
pero no, por favor, la que es correcta,
que de correctos estamos hasta el moño.
Elige mejor la que atrapes al vuelo,
que a fin de cuentas es la que arrastra la fuerza
de los vientos
de los sueños
de esperanzas
y de fiestas.

 8

 Jinetes de aromas -azahar o incienso-
espadas de colores,
cabalgarán, con tu llamada,
más allá de los primeros frutos
para posarse en el aliento juvenil
que expele asombro y esperanza,
que grita al viento algarabía
y fragua los vuelos insatisfechos
que empiezan a moldearse
con la nueva arcilla vital,
con mano y alma
con mano y alma.

No se apagan los incendios
con la sangre de la melancolía,
ni en las parcelas del mar
se descubrirán extintores.
Matriz y arcilla
matriz de arcilla
se precisa para enterrar los recuerdos,
para extinguir la tragedia
que se hace densa entre los aires,
para borrar la historia que vulnera el alma.

Pide cosas sencillas,  como si nada,
y entiende que no es muerte ni locura
prescindir de lo que fue.
Entrega el nuevo envoltorio
-como decir matriz-
para nutrir la nueva arcilla
que se engendra esculpiendo
con mano y alma
con mano y alma.
Caerá entonces la primera gota de perfume
que nombrará las cosas por su nombre
y esparcirá fragancia de fortuna entre las nuevas miradas.
Los olores preñados de desgracias
se apartarán,
esquivarán la madrugada
para hundirse en el estiércol y en la amnesia.


9

Hay algo en tu mirada que apacigua
mientras escucho a Verdi en la habitación contigua,
mientras se yerguen los pezones de tu seno,
mientras aspiras y respiras como queriendo romper distancias
o secuestrar los días tristes en el cofre del olvido.
Es tu mirada que me dice
no hagas caso
qué más da si se combina envidia con desgarro
qué te importa esa versión intrascendente
cuando tu fiebre de poeta romperá los módulos
de los días corrompidos,
tocará los portales de las nuevas hazañas
y tus palabras realizarán el nuevo ritmo,
impondrán rutas, amor, sentimiento y fondo,
precio, volumen, melodía y llamada.
Entonces, me envuelo en tus palabras para hacerlas mías
y estallo.

10

Como otro día cualquiera
hoy,
bien merece despertar
que dice:
que le quiere decir
que insinúa,
de crear el milagro en la palabra,
y esa sensación de poema,
la manta tirada por los suelos
el dolor de vejiga
el agua que corre
el sonar de tuberías e inodoros
los rumores que atraviesan las paredes
la memoria que castra
el recuerdo de lo pendiente en el trabajo
el mar sabor de boca matutino
la luz que quiere romper persianas
el sueño que se desvaneció con la conciencia
el tufo de habitación encerrada
el amor que ya se convirtió en recuerdo
la radio que espeluzna las noticias
el cenicero con siete/ocho colillas
el reloj alarmando.
Despierta como un día cualquiera:

11

Eres también cuerpo amado
en diferentes recuerdos
¿Rememoras los rincones de un solo día
donde tu vida voluptuosa tomó partida?
Pero el tiempo transcurre
como quien enciende el televisor
y se encuentra al futuro frente a frente.
Ya pasado el placer,
¿qué es entonces tu cuerpo:
 amasijo de carne y huesos,
ojos que no se reconcilian con el espejo
o imagen de juventud
que engordó sus días de goce?
Eres también cuerpo
no lo olvides ni desesperes,
atrévete a entregarlo en prenda
sin remordimientos innecesarios.
Es tu armadura
la que quiere ahora quebrantarse
y reducirse a arrugas oxidadas,
pero es tu armadura, tu protección,
tu instrumento de presencia cotidiana
con los que hallaron forma
tus primeros logros y pasiones.
Devuélvele su emblema
entrégale tu alma de joven disconforme
y devuélvelo al lecho de los vivos,
de los que no aceptan la vida por tortura
ni los cuerpos ya gastados por la lástima.
Abre en él el grifo de las inquietudes
para que tu alma vuelva a amar en armonía.
Vuelva.

12

Desde madrugada ya sabes la vivacidad de tu despertar.
Suena la música entrelazada a tu vigor
mientras las luces del amanecer embriagan tu habitáculo.
Te embriagan de pereza y sentimiento,
te das cuenta de tu propia imagen que se estira
como si quisiera aspirar el perfume de la eternidad.
Ni penas, ni adioses, ni agonía, ni años.
Y si vuelve la niebla precisa
a batir los muros de un mundo en acecho
sabes ya que la vida te defenderá de epitafios peligrosos
y de escrituras disfrazadas de santidad.
Si de vuelta a la normalidad la claridad se trastoca
ya no olvidarás darle a la lluvia el espacio preciso
de ser entre música y promesa,
entre sueño y defensa
y de protegerte con el escudo de estiletes afilados
que dejan pálido al fulgor
y silenciosa a la penumbra.
Ante tus ojos, sin hablar, aparecen los surcos
¡aquí y ahora!
de la vida defendida y defensora.
El día se hace nuevo en el momento
reconocible a los ojos del que quiere vivir,
del que quiere realizar las pequeñas hazañas cotidianas
y sembrar de placer la vida
de emoción los teatros
de regocijo el café
y de palabras las blancas hojas que incitan
a pronunciarse.

13

Abre la ventana
y aspira el anhelo que le ofrece aquella esquina,
aquel lugar
aquella calle de sus días.
Se apropia de la luz que penetra
por la ventana que recibe todos los vientos
los olores
las cosas nuevas
las viejas inquietudes
la serenidad de la noche
o el ímpetu de la madrugada.
Se sabe actor de la vida entre calleja y calleja
entre piedras, casas y autobuses,
en esa calle que va labrando con su andar
mientras se aprende el libreto
saboreando la tibia castaña en pleno invierno
o coronando el día con el sudor del trabajo.
Hoy no cae la noche ni el día
hoy no tienen cabida los desalientos.
Es su día, su vida, su ventana,
la ventana que le revela
su lugar
su esquina
su pasaje en la que espera recibir el ajado pergamino
donde se graba el último título que otorga la vida
a quien no la quiere ver pasar, simplemente,
desde la ventana.
A quien posee la vida con disfrute y experiencia.
Abre su ventana y se lanza.

14

El impulso de la sangre siembra de sueños
bosque y amaneceres de fantasía.
Voces de ninguna parte gritan ¡basta!,
conspiran contra rumores y flaquezas.
Pero al llegar a la puerta y detener las pisadas,
las heridas del amor no son más que palabras,
la juventud convierte en música la congoja
y una imagen fija se requiebra:
la tempestad transmite su energía
las ramas sostienen los frutos carnosos
los rencores se aniquilan entre ellos
y la muerte pospone su victoria.
la sombra se instala en la existencia
deslizando su esplendor
en esas arrugas que al atravesar la puerta
pueden tocar lo infinito.

15

Soñé que me decías
que querías ser halcón
esbelto, poderoso, mítico,
lanzarte por los aires cósmicos.
Soñé que te decía:
Quiero ser espejo
y ser, contigo, tú,
para captar tu imagen espacial,
tu hechura de halcón en libertad
reflejada en mi interior de plata.
Encerrado en los barrotes de tu mente,
puedes escaparte, si acaso,
al inmensurable mar.
La orilla lejana ya no se atisba
ni golpes de olas se quiebran en las rocas.
No hay más momento
(en mi mente prisionera en celda de castigo)
que este mar inmenso
que se une en infinito con el cielo.
Ya no sé si es el mar el que se mueve
son las olas, las barcazas invisibles
o estos barrotes de injusticia
que se incrustan en tu mente encarcelada
(dominada, estrujada por las huellas del pasado),
hiriendo sentimientos.
Al filo de la esperanza
el dilatado mar se convierte en mi refugio
y tú, con el vaivén de un triste cautivo
te dejas mecer entre sus ondas
empaparte entre sus aguas
y escudarte entre susurros y rumores caprichosos.
De pronto se percibe
(yo percibo en tu mente encarcelada)
la llamada clara, poderosa,
como burbujas que ascienden desde
lo más profundo de los mares,
la llamada de atención
que solo la amistad puede exhortar.
Te sumerges, entonces,
en el mar recóndito de mi mente
y buceo en busca de tu libertad.

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