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A la pagoda en bicicleta

Dhatu Garba

Cuando me acerqué a la sabiduría de oriente fue como una aventura, la de moda,
el imán de mis amigos, artistas, intelectuales,
los que querían estar sin estar.

No pude obtener lo deseado, todo fue “maya”, ilusión de la dualidad.
No obtuve recompensa a mis deseos.

Mis deseos, los que  se encargaron de esclavizarme
y empotrarme en la incertidumbre y el sufrimiento.

Pero de algo me sirvió, digo yo:
fue como mirarme al espejo,
forma y reflejo de mi cara

Tampoco aparecí detrás de  la máscara.


Cortina por rasgar
  
Las repetidas palabras
para definir lo indefinible.

¿Cuál posee la sabiduría profunda?
¿Una flor en mis manos, la flor?
El silbido del aire el mismo aire.

¿Para qué,
si no para encadenarnos?



En fila, erguidos y esperando

Sublime jardín, vergel de las delicias.
Placer de los creyentes,
regocijo de la imperturbabilidad. 

Pero pasaron los tiempos, llegaron otros.
Sin entender el qué o el para qué.

Ni el eterno quién.

El destronado, por el gran señor de las bicicletas.


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