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Mostrando entradas de noviembre, 2006

TIEMPO DE RECOGIMIENTO

I Tardío otoño descubierto con arrugas que se pliegan a los días de escarmiento, fruto que madura a su tiempo en terreno predispuesto. Noche de borrasca, estrellas o relámpagos la sustentan desde un firmamento fascinante, misteriosamente indescifrable. Como la vida misma, destila y se condensa destila y se condensa para proclamar el desenlace en su momento justo, después de la última plegaria y el primer salmo de esperanza. II Me maduran las ideas, como frutos dulces de semillas sorprendentes. Hasta en rocas me atreveré a injertarlas, alguna ascenderá, fructificará en algún espíritu pacífico que hará con ella lo que quiera. No sé si las degustaré algún día, si llegaré a paladear su dulzura o algún amargor de desconsuelo. Pero allí las lanzo, hoy entre colinas mañana en lodazales, jardines mares o pantanos. Tú te encargarás de conservarla o rechazarla en su momento, como fruta podrida o exquisita. Para entonces mis ideas ya no serán mías.

TRAVESÍA

TRAVESÍA No sé de dónde vengo quizás de la orquídea que se atrevió a brotar entre las rocas más áridas y duras de un volcán apagado, o de la piedra misma. ¿Y dónde estoy? Frente a la muralla inmensa que mis opresores erigen, según ellos, para salvaguardar mi honra y poder envenenar sin contratiempos mi lucidez de obscenidades, pobre sustancia imbuida en solución salvífica. ¿Adónde voy? En busca de mi ser, perdido entre las bombas de supuestos salvadores, hacedores de milagros a punta de navaja, supremacía de la fuerza. En busca del sitio donde puedan anidar las aves respirar hasta el último animal marino germinar la más quebradiza de las plantas, copular todos los seres como acto de pasión o de ternura. Al lugar donde pueda plantar mi orquídea sin tener que suspirar por la única gota del agua que tuvieron a bien proporcionarme los consabidos redentores. Allí, en mi último acto de honradez ofreceré mi flor y mi palabra a quien quiera, algún día, recogerlas para seguir adelante.